Confío en el ritmo con el que me viene la vida, en la necesidad de que vayan ocurriendo los días y en la sabiduría que me van aportando. Confío en mis intuiciones, en lo que soy capaz de ver más allá del rostro de lo que sucede. Confío en la fuerza del vistazo y en la sorpresa del encuentro, como la montaña confía en el amanecer. Confío en lo que conozco y en lo que aún me queda por conocer, en el aire viejo y en la fuerza de lo nuevo que me trae otra forma de mirar. Confío en no ser el único, ni el mejor, sé, que solo soy una parte de la verdad y tengo el gusto de vivirla. Creo en lo que hago y en como lo hago, en la forma en que toco el barro y en la luz que me acompaña. Tengo la certeza de que toda la creación pasa por mis manos y mis ojos. Confío en mi forma de pensar y en los caminos que sigo para encontrar la paz. No conozco trabas que bloqueen la confianza en mí mismo y de ello, no me reservo nada, lo entrego todo para, desnudo, vestirme con los demás.
