lunes, 26 de octubre de 2009

Crónica de un ayuno


Con la tarde del viernes van llegando las chicas, una tras otra y con poco equipaje. Hemos llenado la casa de luz, esa luz única que se hace ambiente común solo en ocasiones muy especiales. Cada uno venimos con una carga emocional propia, y también, con unas expectativas e ilusiones que desde la diversidad nos hacen ver ya, que el grupo va a ser algo muy especial. Nos vamos presentando poco a poco y abrimos nuestros corazones a los “milagros” de los próximos días.

No es fácil juntarse para no comer, para negarnos una parte importante de lo que son las manifestaciones habituales de fiesta, de alegría, de celebración y destapar otras menos corrientes como el silencio, el recogimiento interior o la depuración física y emocional. 

Tampoco es muy habitual que en este grupo de humanos solo haya un hombre ¡cuanto hecho en falta a mis amigos! pero me siento bien, cómodo y feliz de ser uno más entre todas; a veces dudo sobre lo que sucedería si esta proporción fuera la inversa.

La rueda de energía nos ayuda a sintonizar los niveles de comunicación, a decir bajito las cosas importantes, a encontrar un sitio en el que colocar nuestras preocupaciones anteriores y a empezar a mirar hacia dentro. Con el reparto de la documentación, la presentación de las pautas de convivencia y el programa para estos tres días, entramos directamente en lo que es el ayuno.

Lo primero de todo desdramatizar:
"es posible, somos capaces, tenemos reservas suficientes para aguantar el tirón de un día, dos días y más sin ingerir alimentos sólidos"

Tenemos que tener clara la orden que le hemos dado al cuerpo, no comer, y salir de la mente, que tratará de engañarnos con más de un tópico:

"te vas a sentir mal, te va a doler la cabeza" y sobre todo tocándonos la autoestima "no vas a ser capaz, no lo vas a lograr,…."

El grupo nos va a arropar, hemos conseguido establecer un objetivo común, concluir el ayuno, y eso lo hace más fácil todo.

Después, entender, acercarnos poco a poco a lo que es una depuración, y empezar con un caldo de verduras y/o una infusión de las hierbas depurativas a modo de cena (la hepático biliar que Horacio prepara) que entre risas, bromas y miedos resulta más llevadera. Una pequeña muestra de lo que vamos a encontrar mañana.

Luego el sueño reparador, o no, todo a elegir como en una gran tienda llena de escaparates con miles de ideas para soñar, para digerir las sensaciones del día anterior y asentar las emociones.

Hoy sábado por la mañana
Al despertar, el encuentro con los demás, después de una noche con uno mismo, el poderlo contar, decirles a los demás lo que he vivido aún estando dormido.

Las de las sales de Epson han madrugado más ¡qué afición! Luego unos estiramientos al aire libre para recibir al nuevo día, más hierbas depurativas y a descansar (parece mentira lo que cansa ayunar). Alguna crisis de expulsión, pero muy llevadera y de fácil recuperación.

A media mañana entramos de lleno en la depuración, tomamos conciencia de la necesidad de parar que de vez en cuando nos pide el cuerpo, de cómo ante la enfermedad nos peleamos solo contra los síntomas y los tapamos hasta que esta se hace crónica. Hablamos de la agresión que sufrimos de agentes extraños a nuestra naturaleza -prisa, contaminación, medicamentos, excesos,…- y todo ello para concluir que junto con la depuración física vamos a vivir otra casi más importante que es la emocional. Vemos como sin querer van apareciendo nuevas-viejas cosas aun por resolver, dudas de ahora gestadas tiempo atrás; pero hay que esperar, madurar lleva su tiempo y ahora toca balneario, masaje, charleta o simplemente descanso. Todo en la vida tiene un ritmo fácil y armonioso que si no lo tocamos, no lo “jodemos”.

A la hora de comer, más caldo de verdura y/o hierbas depurativas, pero ya conformes, con aceptación, asumiendo con fuerza nuestra decisión y con una sonrisa interior que delata nuestra satisfacción por constatar que estamos cumpliendo con lo que nos habíamos propuesto.

Descanso, siesta, masaje y/o paseo casi hasta el pueblo. Un día de sol maravilloso está con nosotros, buen momento para ser conscientes de la energía de lo natural que nos rodea.

A media tarde taller, el pretexto la expresión con color, el vehículo unas preguntitas para trabajar el ¿cómo me siento? Revisamos cómo es nuestra alimentación, el sueño y el descanso, el ejercicio físico que hacemos, nuestro contacto con la naturaleza,… y todo ello lo analizamos para ver que nos aporta para ser más felices. El resultado dos cartas, una al cuerpo para decirle lo que le queremos y lo regular (tirando a mal) que lo cuidamos y la contestación de este, que también escribimos ahora, y que recibiremos en pocos días. Conforme avanza el taller vamos tomando conciencia de lo que somos, de nuestra decisión de parar el mundo durante dos días para podernos bajar de él. Hemos tomado conciencia de alguna mala interpretación de nuestra vida anterior, ¿os acordáis de “repetir parvulitos”? Parece que va a haber un antes y un después, que la dieta depurativa nos está abriendo los ojos a otra forma de mirarnos a nosotros mismos, a cuidarnos, a querernos más, en definitiva a recuperar las raíces de lo que en realidad somos. Es un bonito proceso interior el que estamos viviendo, luego vendrán los demás, el ruido mundano, pero nuestra mirada limpia les hará cambiar.

La puesta en común del taller nos revela, a nosotros mismos, lo que somos, ese desconocido con el que tantos secretos compartimos. Cada dibujo es una “Obra de Arte” una ventana a lo que en esencia nos constituye que generosamente mostramos al mundo. La diferencia entre una obra y una Obra de Arte, es que en la segunda el autor pone el alma, por eso que nadie se atreva a juzgarla, porque es nuestra “Historia Sagrada”.

Tantas emociones no caben ya en solo un caldo de verduras y la cena del sábado trae sorpresa, al caldo le acompañan las verduras en forma de crema y constituyen el más apetecible manjar que jamás hayamos deseado. Es sábado de gloria y de resurrección, de alegría y de luz y la casa pierde los silencios y se llena del regustillo interior de un día de fiesta. La noche está sosegada, en calma y vigilada por las estrellas que velan nuestros sueños para hacerlos realidad. Mañana será mejor.

Y llega la mañana del domingo y se abre el día con un paseo, corto, pues hay que desayunar. El sol levanta la niebla para recibir un gran vaso de zumo de zanahoria, manzana, lima, apio y jengibre, ¡qué maravilla¡ ¡veinte minutos con el vaso y al final una casi lo vomita! ¡que chute de energía tan grande en un estuche tan pequeño¡ Lo que es poner a cero el marcador y llenar el depósito con la luz de una energía viva.
Tras el reposo, repasamos la documentación sobre la alimentación natural, y en especial sobre como comer durante las tres semanas siguientes, la primera semana de crudos, con zumos y ensaladas, la segunda en la que se añaden los hidratos y la tercera en la que incorporaremos las proteínas.

Vemos como el hambre se sacia, pero no el apetito. Aceptamos la necesidad de concederle la importancia debida (tiempo y dedicación) a nuestra alimentación y la necesidad de recuperar el gusto, el placer, el disfrute de alimentarnos de forma natural.

En la comida la luz se hace ya definitivamente en nosotros y por fin nos acercamos a la mesa para celebrar que hay algo que masticar. La macedonia de frutas nos llega como un regalo del sol, como la energía transformada de sus rayos en la raíz de los árboles, y el alimento a más de uno se le hizo interminable. Algunos prueban por primera vez las acerollas y las bayas de goji y de postre, premio, una bolita de dátil, nuez y sirope de agave que nos acompañará durante estas tres semanas cada vez que seamos buenos.

Por la tarde los propósitos, lo que se nos impone, aquello a lo que nos sentimos invitados, la necesidad de seguir en contacto, de contarnos nuestras dudas, nuestros miedos y nuestras alegrías, nuestros descubrimientos, nuestros nuevos propósitos para esta nueva etapa que ahora comienza.

Para después lo que tenga que ser, pero siempre será un después tras un interesante paréntesis......